Lo que la gente elige comer no es aleatorio. Las elecciones alimentarias se ven influenciadas por muchos factores diferentes: no solo la salud o el hambre, sino también las emociones, la crianza, la situación económica, el entorno y el estilo de vida.
A menudo, estos factores actúan simultáneamente, y las personas pueden no ser conscientes de qué influye realmente en sus decisiones diarias. Por eso, los hábitos alimenticios son tan complejos y varían enormemente de una persona a otra.
Factores biológicos
Nuestro cuerpo nos «indica» de forma natural cuándo tenemos hambre y cuándo estamos saciados. Esto lo regula el sistema hormonal, que involucra hormonas como la leptina, la grelina, la insulina y el cortisol. En los siguientes módulos, aprenderá más sobre cómo funcionan la leptina, la grelina, la insulina y el cortisol (hormonas que influyen en el hambre y la saciedad). Si comemos de forma irregular, estamos estresados o consumimos con frecuencia alimentos muy calóricos, estas señales pueden verse alteradas, lo que facilita comer demasiado o muy poco. Los sabores que nos gustan también son importantes. Algunos se heredan, mientras que otros se aprenden con el tiempo. A la mayoría de las personas les gustan los alimentos dulces, grasos y salados; esto es natural, ya que antes eran difíciles de conseguir, pero aportaban mucha energía. Sin embargo, hoy en día, cuando están ampliamente disponibles, es fácil comer en exceso, lo que puede perjudicar nuestra salud.
Factores psicológicos y sociales
A veces comemos no porque tengamos hambre, sino porque nos sentimos mal: estresados, solos, tristes o molestos. Esto se llama comer emocionalmente: se usa la comida para mejorar el estado de ánimo, aunque el efecto suele ser solo temporal.
La presión social, como la tendencia hacia un «cuerpo ideal», puede llevar a algunas personas a seguir dietas muy restrictivas. Desafortunadamente, estas dietas suelen provocar un efecto yo-yo: un rápido retorno al peso anterior o incluso un aumento de peso. Esto puede alterar el metabolismo y generar una relación poco saludable con la comida.
Aprenderá más sobre la alimentación emocional y los factores psicológicos que influyen en la nutrición en los siguientes módulos.
Los hábitos que se forman en casa y las rutinas diarias también juegan un papel importante: por ejemplo, tomar café endulzado por la mañana, comer algo frente al ordenador o comer tarde por la noche.



Los medios de comunicación y la publicidad influyen enormemente en nuestra alimentación. Las empresas alimentarias promueven intensamente alimentos y bebidas que, a menudo, son altamente procesados y poco saludables, pero que se comercializan como «fit» o «esenciales después del ejercicio».
Los anuncios se dirigen a diferentes grupos —niños, adolescentes y adultos— y utilizan influencers, aplicaciones e incluso películas o programas de televisión para presentar los productos de forma atractiva. Como resultado, muchas personas creen que una bebida deportiva azucarada es necesaria después de una caminata corta, o que una barrita deportiva es un refrigerio saludable, aunque pueda contener más calorías que una comida completa.
Además, el ritmo de vida acelerado actual (largas jornadas laborales, estar sentado frente al ordenador, falta de tiempo y comer sobre la marcha) también afecta las decisiones alimentarias. Muchas personas:
- Comer de forma irregular y con prisas.
- Confíe en la comida rápida, las comidas preparadas y los snacks de las máquinas expendedoras.
- No tengo tiempo para hacer compras ni cocinar.
Todo esto conduce a elecciones alimentarias que a menudo son aleatorias y están motivadas por la conveniencia, más que por la salud.
Factores económicos
Los factores económicos también tienen un impacto significativo. Las personas con un nivel socioeconómico más bajo son más propensas a elegir alimentos ricos en calorías pero bajos en nutrientes porque son más baratos y accesibles. Los altos precios de las verduras, el pescado o los productos orgánicos pueden ser un obstáculo para muchas familias. La disponibilidad de infraestructura es igualmente importante: las personas que viven en los llamados «desiertos alimentarios» (zonas sin tiendas de alimentos nutritivos) tienen muchas menos oportunidades de elegir opciones saludables.
Todas estas condiciones implican que la promoción eficaz de una alimentación saludable no puede limitarse únicamente a la educación. Es esencial un enfoque multinivel, que incluya tanto acciones individuales como cambios sistémicos en las políticas sanitarias, la planificación urbana, la educación, el sistema laboral y la protección del consumidor.