El estrés es una respuesta natural del cuerpo a los desafíos o amenazas.
Desde una perspectiva biológica, puede describirse como un mecanismo adaptativo que permite al cuerpo responder a los cambios ambientales. Este proceso está regulado por los sistemas nervioso y endocrino, que preparan al cuerpo para la acción mediante la respuesta de lucha o huida. Los elementos clave de este proceso incluyen:
- El sistema nervioso simpático, que activa el cuerpo para responder.
- El eje hipotálamo-hipofisario-adrenal (HPA), que controla la liberación de hormonas del estrés, como el cortisol y la adrenalina, ayuda al cuerpo a afrontar el estrés (Lu, Wei y Li, 2021).
La psicología considera el estrés como una experiencia subjetiva relacionada con las exigencias del entorno que exceden la capacidad de afrontamiento del individuo. Existen muchas teorías sobre el estrés, pero una de las más conocidas es la teoría del estrés desarrollada por Richard S. Lazarus y Susan Folkman. Según Lazarus y Folkman, el estrés es una interacción dinámica entre el individuo y el entorno. Este modelo incluye dos etapas principales de evaluación:
Evaluación primaria: el individuo evalúa si la situación es:
- Neutral: no tiene impacto en el bienestar de la persona.
- Positivo: puede traer beneficios o nuevas oportunidades.
- Negativo: la situación se percibe como una amenaza, un desafío o un daño/pérdida:
- Amenaza: la situación puede provocar daños o pérdidas futuras (por ejemplo, miedo a un examen que podría afectar el éxito académico).
- Desafío: la situación requiere esfuerzo y movilización de recursos, pero ofrece una oportunidad de crecimiento y desarrollo (por ejemplo, participar en una competencia que puede mejorar las habilidades).
- Daño/pérdida: la persona ya ha experimentado daños o consecuencias negativas (por ejemplo, pérdida del trabajo, ruptura, muerte de un ser querido).
2. Evaluación secundaria: el individuo evalúa sus recursos de afrontamiento, incluidos:
- Apoyo social disponible,
- Posibilidades de solución del problema,
- Habilidades adaptativas (Obbarius et al., 2021).
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Abordar el estrés se refiere a las acciones conscientes e inconscientes que se toman para reducir la tensión causada por él. Puede incluir tanto esfuerzos para resolver problemas como estrategias para regular las emociones.
1. Estrategias de afrontamiento: Las personas utilizan diversos mecanismos para gestionar los niveles de estrés. Existen dos maneras principales de afrontar el estrés:
- resolviendo el problema que causó el estrés, o
- calmándose y manejando su respuesta emocional.
- Afrontamiento centrado en el problema: esta estrategia implica tomar medidas para resolver la situación estresante o cambiar su causa.
- Incluye identificar el problema, analizar posibles soluciones y tomar medidas para reducir el estrés.
- Ejemplo: Una persona que se siente estresada antes de un examen se prepara estudiando y organizando sus materiales.
- Afrontamiento centrado en las emociones: esta estrategia implica gestionar las emociones relacionadas con la situación estresante, sin cambiar directamente el problema en sí.
- Se centra en reducir las emociones negativas como la ansiedad o la frustración, utilizando técnicas de relajación o reinterpretando la situación.
- Ejemplo: Una persona que ha experimentado una situación difícil practica técnicas de respiración, medita o habla con sus seres queridos para recibir apoyo emocional.
3.1. El papel de los neurotransmisores en la respuesta al estrés
La siguiente tabla enumera los principales neurotransmisores involucrados en la respuesta del cuerpo al estrés.
| Neurotransmitter | Descripción |
| Adrenalina y noradrenalina | Sintetizada por las glándulas suprarrenales y el sistema nervioso simpático, prepara el cuerpo para la reacción de lucha o huida aumentando la frecuencia cardíaca, la presión arterial y los niveles de glucosa en sangre. |
| Dopamina | Responsable de la motivación, la recompensa y la sensación de satisfacción. Bajo estrés, sus niveles pueden aumentar o disminuir, afectando el estado de ánimo y el comportamiento. |
| Serotonina | Regula el estado de ánimo, el sueño y el apetito. El estrés puede reducir sus niveles, aumentando el riesgo de depresión y ansiedad. |
| GABA (ácido gamma-aminobutírico) | El principal neurotransmisor inhibidor, que reduce la actividad del sistema nervioso. Los niveles bajos de GABA durante el estrés provocan un aumento de la tensión y la excitabilidad. |
| Glutamato | El principal neurotransmisor excitatorio, que aumenta la actividad neuronal. Su sobreactivación bajo estrés puede provocar neurotoxicidad y problemas cognitivos. |
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| Referencias |
| Obbarius, N., Fischer, F., Liegl, G., Obbarius, A. y Rose, M. (2021). Se confirmó una versión modificada del concepto de estrés transaccional según Lazarus y Folkman en una muestra de pacientes psicosomáticos hospitalizados. Frontiers in Psychology, 12, 584333. https://doi.org/10.3389/fpsyg.2021.584333 Lu, S., Wei, F. y Li, G. (2021). La evolución del concepto de estrés y el marco del sistema de estrés. Cell Stress, 5(6), 76–85. https://doi.org/10.15698/cst2021.06.250 Knezevic, E., Nenic, K., Milanovic, V. y Knezevic, N. N. (2023). El papel del cortisol en el estrés crónico, las enfermedades neurodegenerativas y los trastornos psicológicos. Cells, 12(23), 2726. https://doi.org/10.3390/cells12232726 |
3.2. Hábitos alimentarios bajo estrés
El estrés es un factor importante que influye en el comportamiento humano, incluidos los hábitos alimentarios.
Afecta la elección de alimentos a través de mecanismos biológicos y cambios de comportamiento. Investigaciones han demostrado que el estrés puede alterar los hábitos alimentarios normales, lo que a menudo conduce a un mayor consumo de alimentos poco saludables y a una menor ingesta de alimentos nutritivos (Hill et al., 2022). Este módulo examina la relación entre el estrés y los hábitos alimentarios, incorporando hallazgos de estudios y metaanálisis recientes.
¿Cómo afecta el estrés al apetito?
El estrés es común en la vida diaria y puede afectar la salud, incluyendo cambios en el apetito. Un estudio examinó cómo el estrés agudo afecta el apetito en hombres sanos y sin obesidad durante el ayuno.
El estrés agudo se refiere a una reacción repentina y de corto plazo a una situación difícil, como hablar en público o resolver un problema matemático desafiante.
En el experimento, los participantes realizaron tareas estresantes y luego visualizaron imágenes de comida mientras se registraba su actividad cerebral. Los resultados mostraron que el estrés aumentaba la actividad del sistema nervioso, pero al mismo tiempo suprimía el apetito. Este efecto se relacionó con cambios en la parte frontal del cerebro (conocida como polo frontal).
Estos hallazgos sugieren que el estrés puede reducir la sensación de hambre, particularmente cuando está relacionado con la anticipación de un evento difícil (Nakamura et al., 2020).
Para comprender mejor este fenómeno, los investigadores realizaron un metaanálisis de varios estudios científicos con el objetivo de estimar la solidez de la relación entre el estrés y la alimentación en adultos sanos e identificar los factores que podrían modificar esta asociación. El análisis incluyó únicamente estudios en los que el estrés se definió claramente como un evento ambiental negativo (en lugar de un estado emocional) y que evaluaron conductas alimentarias no relacionadas con trastornos de la conducta alimentaria.
Los resultados mostraron una relación pequeña, pero estadísticamente significativa, entre el estrés y la ingesta total de alimentos. El estrés se asoció con un aumento en el consumo de alimentos poco saludables, a la vez que reducía la ingesta de alimentos saludables. Esto sugiere que, bajo estrés, las personas son más propensas a elegir alimentos ricos en calorías, azúcares y grasas, mientras que reducen el consumo de alimentos considerados beneficiosos para la salud.
El análisis de los posibles factores moderadores reveló que la restricción alimentaria fue el único moderador significativo. Las personas con un enfoque alimentario restrictivo respondieron de forma diferente al estrés, especialmente en lo que respecta al consumo de alimentos poco saludables.
Aunque el efecto del estrés en los hábitos alimentarios es pequeño, sus consecuencias pueden ser importantes para la salud pública. El aumento de la ingesta de alimentos poco saludables, combinado con la reducción del consumo de opciones saludables, puede, con el tiempo, contribuir al desarrollo de enfermedades metabólicas y otros problemas de salud. Se necesita más investigación para identificar los factores que influyen en esta relación, especialmente aquellos que diferencian la ingesta de alimentos saludables de los no saludables (Hill et al., 2022).
Las personas que experimentaron estrés con mayor frecuencia y experimentaron eventos vitales negativos mostraron antojos más intensos de alimentos sabrosos pero poco saludables. También tuvieron mayor dificultad para controlar la cantidad de comida que consumían. Esto sugiere que algunas personas son más vulnerables a los efectos del estrés en la conducta alimentaria.
Además, el estudio reveló que el estrés influía en los hábitos alimentarios incluso a corto plazo. En los días en que los adolescentes se sentían más estresados de lo habitual, eran más propensos a comer como respuesta a emociones difíciles. En otras palabras, no solo importa el nivel general de estrés en la vida de una persona; las fluctuaciones diarias en los niveles de estrés también pueden afectar sus elecciones alimentarias.
Los hallazgos muestran que el estrés puede conducir a hábitos alimentarios poco saludables en los jóvenes. Esta relación puede variar según se examine el nivel general de estrés de una persona o los cambios cotidianos a corto plazo. Se necesita más investigación para comprender mejor cómo el estrés afecta la conducta alimentaria y por qué algunas personas son más sensibles a sus efectos que otras (Hsu y Raposa, 2020).
¿Por qué algunas personas comen más bajo estrés, mientras que otras comen menos?
No todos reaccionamos al estrés de la misma manera. Algunas personas, las llamadas «comedoras emocionales», tienden a comer más, especialmente alimentos poco saludables, para mejorar su estado de ánimo. Otras pierden el apetito cuando están estresadas.
Las investigaciones sugieren que la hormona grelina podría desempeñar un papel clave en esta diferencia. Las personas que experimentan un aumento del apetito bajo estrés suelen tener niveles más bajos de grelina en reposo, lo que puede llevarlas a buscar alimentos ricos en calorías para sentir alivio (Sominsky y Spencer, 2014).
Hormonas, estrés y alimentación
- Leptina: reduce el apetito, pero el estrés crónico puede provocar resistencia a la leptina, lo que puede provocar comer en exceso.
- Grelina: conocida como la hormona del hambre; sus niveles aumentan durante el estrés, estimulando la ingesta de alimentos.
- Péptido YY (PYY): reduce el apetito, pero sus niveles pueden verse alterados bajo estrés. (Ans et al., 2018)
Estrés crónico y aumento de peso
Cuando una persona se expone al estrés durante un período prolongado, el cuerpo produce cantidades crecientes de cortisol. Esto puede provocar aumento del apetito, acumulación de grasa y un mayor riesgo de sobrepeso. El estrés crónico también se asocia con enfermedades metabólicas como la diabetes tipo 2. Sin embargo, es importante señalar que, en algunos casos, el estrés crónico puede provocar una disminución del apetito, especialmente en personas con tendencia a la depresión (Sominsky y Spencer, 2014).
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| Referencias |
| Ans, A. H., Anjum, I., Satija, V., Inayat, A., Asghar, Z., Akram, I. y Shrestha, B. (23 de julio de 2018). Regulación neurohormonal del apetito y su relación con el estrés: Una mini revisión bibliográfica. Cureus, 10(7), e3032. https://doi.org/10.7759/cureus.3032
Hill, D., Conner, M., Clancy, F., Moss, R., Wilding, S., Bristow, M. y O’Connor, D. B. (2022). Estrés y conductas alimentarias en adultos sanos: Una revisión sistemática y un metaanálisis. Health Psychology Review, 16(2), 280–304. https://doi.org/10.1080/17437199.2021.1923406 Hsu, T. y Raposa, E. B. (2021). Efectos del estrés en las conductas alimentarias en adolescentes: Una investigación de diario. Psychology & Health, 36(2), 236–251. Nakamura, C., Ishii, A., Matsuo, T., Ishida, R., Yamaguchi, T., Takada, K., Uji, M. y Yoshikawa, T. (2020). Efectos neuronales del estrés agudo sobre el apetito: Un estudio de magnetoencefalografía. PLOS ONE, 15(1), e0228039. https://doi.org/10.1371/journal.pone.0228039 Sominsky, L. y Spencer, S. J. (2014). Conducta alimentaria y estrés: Un camino hacia la obesidad. Frontiers in Psychology, 5, 434. https://doi.org/10.3389/fpsyg.2014.00434 |