La ciencia moderna demuestra claramente que nuestra alimentación tiene un impacto significativo en nuestra salud.
Una dieta equilibrada ayuda a prevenir enfermedades crónicas y nos hace sentir mejor a diario. Favorece el correcto funcionamiento de todos los sistemas de nuestro cuerpo: el inmunitario, el nervioso, el hormonal y el digestivo. Ayuda a mantener niveles saludables de azúcar y grasa en sangre, fortalece el sistema inmunitario, mejora el estado de ánimo y protege contra la inflamación y muchas enfermedades. Por lo tanto, una alimentación saludable no es solo un hábito diario, sino también una forma importante de cuidar nuestra salud y prevenir problemas graves.
La nutrición racional es una forma de alimentación basada en el conocimiento científico actual. Consiste en proporcionar al cuerpo la cantidad adecuada de energía y nutrientes que realmente necesita, en función de la edad, el sexo, el peso corporal, el nivel de actividad física y el estado de salud general.
El papel de los macro y micronutrientes en la dieta humana
La dieta de todo adulto debe incluir nutrientes que se dividen en dos grupos: macronutrientes y micronutrientes. Los macronutrientes incluyen proteínas, grasas y carbohidratos; proporcionan energía y contribuyen a la estructura y el correcto funcionamiento del organismo.
- La proteína es el principal material de construcción del cuerpo. Ayuda a reparar los tejidos, apoya la producción de enzimas y hormonas, además de apoyar el sistema inmunológico.
- Las grasas son importantes para el equilibrio hormonal, ayudan al cuerpo a absorber las vitaminas A, D, E y K (que son liposolubles) y son un componente estructural de las células.
- Los carbohidratos son la principal fuente de energía, sobre todo para el cerebro y los músculos. Sin embargo, el tipo de carbohidratos que elegimos es importante. Los carbohidratos complejos, como los que se encuentran en las verduras ricas en almidón, los cereales integrales, los granos de avena o el arroz integral, son mejores y deberían predominar en la dieta. En cambio, los azúcares simples, presentes en los dulces y las bebidas azucaradas, si se consumen en exceso, pueden provocar obesidad, diabetes tipo 2 y caries.
Además de los macronutrientes, los micronutrientes —vitaminas y minerales— desempeñan un papel fundamental en nuestra alimentación. Si bien los necesitamos en menor cantidad, son esenciales para el correcto funcionamiento de todo el organismo. Contribuyen a casi todos los procesos corporales, ayudando al funcionamiento de los sistemas nervioso e inmunitario y facilitando el metabolismo a nivel celular.
La deficiencia de estos nutrientes puede provocar graves problemas de salud. Por ejemplo:
- Un nivel demasiado bajo de hierro puede causar anemia (lo que provoca debilidad, palidez y fatiga).
- Lack of calcium increases the risk of osteoporosis (a condition that weakens the bones).
- Un nivel bajo de vitamina D debilita el sistema inmunológico y puede contribuir a enfermedades crónicas.
We must also not forget about dietary fibre – a component that our body does not digest, but which is very important for health. Fibre regulates the functioning of the digestive system, supports the good bacteria in the gut (the microbiome), and helps maintain healthy levels of fat and sugar in the blood.
Gracias a la fibra, nos sentimos saciados durante más tiempo, los niveles de glucosa en sangre aumentan más lentamente después de las comidas y las deposiciones son más regulares. Esto reduce el riesgo de estreñimiento y ayuda a proteger contra el cáncer colorrectal.
Las mejores fuentes de fibra son: verduras, frutas, legumbres (como frijoles y lentejas) y productos integrales como el pan integral o el arroz integral.
Hidratación adecuada
Una hidratación adecuada es otro aspecto importante de una dieta saludable. El agua constituye aproximadamente el 60 % del peso corporal de un adulto y es esencial para todos los procesos vitales: ayuda a transportar nutrientes, regula la temperatura corporal y permite la eliminación de desechos del metabolismo. Cuando no bebemos suficiente agua, podemos tener dificultades para concentrarnos, sentirnos cansados o débiles, e incluso experimentar hipotensión.
Un adulto debe beber entre 2 y 2,5 litros de agua al día (incluyendo el agua de las bebidas y los alimentos). En días calurosos, durante la actividad física, en caso de enfermedad o estrés, la necesidad de agua del cuerpo aumenta aún más.